Todos experimentamos el cansancio, la sensación de agotamiento, debilidad, o fatiga. Nuestro cuerpo queda exhausto, bien sea por trabajar demasiado, por falta de dormir, por enfermedad, por ansiedad o estrés. El cansancio hace que disminuyan nuestras fuerzas, nuestra motivación, y aun, nuestra concentración. Puede generarse por razones físicas, psicológicas, o emocionales.

Algo interesante en la biblia hebrea es el llamado al descanso. La relación humanidad-tierra (Heb. adam-adamah), es una relación que incluye la producción y requiere el esfuerzo humano. Es decir, sostener la vida requiere un esfuerzo que conlleva al cansancio. Pero dentro de esa narrativa se introduce el descanso como una idea del Creador.

En nuestra cultura moderna existe este cuestionamiento: si la vida es sostenida a través de lo que producimos por medio del trabajo, ¿no es mejor seguir trabajando para producir más? Es aquí donde la idea del descanso rompe con esta forma de razonar. Más allá de la relación “humanidad–tierra” está la relación “Creador–criatura–tierra”. Dentro de esa dinámica, no es únicamente el trabajo lo que produce el sustento. El sustento se produce cuando el trabajador convierte su trabajo en adoración, en reconocer que el Creador mismo está sosteniendo la creación. La relación “Creador–criatura” no está desconectada de la relación “criatura–tierra”. La humanidad debe trabajar, pero no desmedidamente. El afán de producción no debe impedir el descanso, ni la adoración.

Vemos aquí un movimiento que va de vocación a invocación. Dentro de este movimiento hay también un ritmo de cansancio a descanso.