“Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces;
con dolor darás a luz los hijos” (Ge 3:16).

“Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella
todos los días de tu vida” (Ge 3:17).

Hay en las escrituras una serie de categorías binarias. Por ejemplo, luz-tinieblas, vida-muerte, bendición-maldición. El Dios que en el principio bendijo, diciendo: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla” (Ge 1:28), ahora, en Génesis 3, introduce la maldición en forma de dolor, tanto en la reproducción como en la producción. Vemos aquí el gran dilema de la sostenibilidad de la vida. Si la bendición de ser criaturas tiene que ver con la reproducción de vida y la administración de la creación, la maldición tiene que ver con el dolor que produce toda esa vocación.

El dolor aquí, representado en hebreo con la palabra issābôn, se refiere a la angustia o la fatiga que viene por medio del esfuerzo. La ‘labor’ de producir y reproducir la vida genera ansiedad y cansancio. Sin embargo, ante la bendición de Dios a su creación, Dios ‘bendice’ el día séptimo, y él mismo descansa de su trabajo creativo. Parece que Dios ha establecido un ritmo, una forma de producir y reproducir la vida que contrarresta la ansiedad y la fatiga del trabajo, por medio de un acto subversivo: el descanso. 

Dios mismo descansa. Su descanso es la forma de habitar el “tiempo-espacio” para procurar la relación “Creador-criatura.” Analógicamente, somos llamados a un tipo de descanso que impacta la relación criatura-tierra. Este descanso es mucho más que una pausa para recobrar fuerzas, es habitar un “tiempo-espacio” en el que las relaciones de producción y reproducción de vida se vuelven a alinear para pro-crear y proliferar la bendición.