“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11).
Las palabras en Jeremías 29:11 son frecuentemente citadas como una promesa ‘universal’ de paz y prosperidad, de la cual se han apropiado los cristianos, invocando las palabras como si fueran una especie de conjuro mágico que trae bendiciones. Sin embargo, el contexto de este texto nos debe advertir que es peligroso manipular la palabra de Jehová para que convenientemente diga lo que queremos oír.
Desde antes del exilio, los reyes, profetas y sacerdotes, que toleraban la injusticia y el abuso hecho al pueblo, encubrían la corrupción mandando mensajes publicitarios con promesas de prosperidad y tranquilidad, usando el nombre de YHWH. Jeremías, sin embargo, durante veintitrés años advirtió que los políticos (reyes), los religiosos (sacerdotes) y los analistas de tendencias estadísticas del momento (profetas enamorados de sus modelos de predicción), malinformaban a la gente y eran todos culpables de engañar al pueblo. Los encargados del cuidado de la comunidad habían hecho que la gente soñara con el desarrollo y tiempos de prosperidad, sin que se dieran cuenta de la injusticia que estaba ocurriendo a su alrededor (ver, por ejemplo, Jeremías 22:13-17). Jeremías constantemente acusaba a aquellos en posiciones de autoridad —que proclamaban ‘buenas noticias’ al pueblo sin procurar justicia para el pueblo— de ser falsos profetas. Eran pastores que, infatuados por querer construir sus propios sueños, visiones y organizaciones, no cuidaban a las ovejas. Su engaño era sutil, ya que usaban palabras de bendición, lenguaje religioso, liturgias y símbolos de la fe, para que su mensaje sonara similar a la palabra de Jehová. Pero en el fondo, su estrategia era endulzar los oídos de la gente y enceguecerlos para que no vieran cómo poco a poco iban siendo desposeídos y se volvían insensibles al dolor y a la injusticia, aceptando esas condiciones como algo normal.
Los exiliados a los que se refiere Jeremías 29:11 son las víctimas del abuso de los ‘supuestos’ líderes del pueblo que, en realidad, hicieron que la gente lo perdiera todo. La esperanza en Jeremías 29:11 es para los desplazados, los desposeídos, las víctimas de la violencia y la corrupción, los desterrados, los migrantes que han sido maltratados, los que se ven obligados al cautiverio por los engaños políticos, religiosos y económicos, y por la visión imperial del expansionismo globalista babilónico. Es a estos oprimidos, los que lo han perdido todo, a quienes Jeremías da palabra de esperanza, con ciertas condiciones. Primero, deben volverse a YHWH de todo corazón. Segundo, deben dejar de escuchar a políticos, religiosos y expertos en mercados y predicción (¿adivinos?) que prometen prosperidad sin necesidad de hacer justicia. Tercero, deben ser agentes de paz y bienestar tratando de vivir la vida de la mejor manera posible en el cautiverio. Cabe notar que Dios no les está diciendo que se vendan a sí mismos en el sistema económico esclavista de Babilonia, para así construir casas, y que sus hijos se casen y se hagan buenos ciudadanos babilónicos, y aprendan a ser paganos decentes abrazando dioses ajenos en nombre de la ‘riqueza cultural’.
¡No! Estos oprimidos ya han sido engañados por falsos pastores, y sospechan que los encargados de Babilonia no van a ser menos corruptos. La promesa de YHWH es para los oprimidos que, aun en tierra extraña, sin templo, sin utensilios religiosos, sin tierra, siendo marginados, enajenados, discriminados y menospreciados, deciden ser agentes de paz y vivir en fidelidad al pacto de Dios. Al vivir de esa manera, van a tener paz y van a traer paz a su contexto. No es que las circunstancias necesariamente cambien, que el opresor desista de querer oprimir, o que Dios quiere que se conformen al estilo de vida babilónico para prosperar. Es que pueden experimentar paz en medio de la decadencia y el caos político y social, a pesar de no tener nada, porque saben que YHWH es Señor de todo; de la tierra y su plenitud. La paz y la esperanza del desterrado en este pasaje no es ni la prosperidad de Babilonia, ni el cielo, cuando se mueran. La paz que YHWH les prometió es “la tierra”; esa es su heredad.
En conclusión, creo que la cita de Jeremías 29:11 no debe convertirse en la galleta de la fortuna —de esas que tienen en algunos restaurantes de comida china— de los cristianos. Es una palabra que sólo pueden experimentar aquellos que resisten escuchar las manipulaciones de los reyes, sacerdotes, profetas y pastores, y que, independientemente de la marginalización que han experimentado, aprenden a ser higos buenos aun estando junto a la cesta de higos malos (para entender esta metáfora hay que seguir una pista que se encuentra en Jeremías 24).