El cerebro tiene una capacidad extraordinaria de almacenamiento y procesamiento de información. Contiene casi un billon de neuronas, cada una con miles de receptores (dendritas), creando así multitudes de redes de conexión. Así como los tejidos musculares se fortalecen a través de la estimulación, por medio del ejercicio, de la misma forma el cerebro optimiza sus funciones a través de la estimulación. Durante los procesos de aprendizaje y de reminiscencia el cerebro experimenta cambios químicos y físicos, reforzando y creando rutas neuronales. A esto se refiere el concepto de plasticidad. 

Vale la pena afirmar que a través del aprendizaje, objeto de la educación, el cerebro no sólo se ejercita, sino que experimenta cambios físicos. Los educadores no sólo estamos cultivando la mente y el pensamiento, sino que además estamos literalmente dando forma a cerebros. 

Es interesante pensar que diferentes partes del cerebro procesan distintos tipos de estímulos. En un sentido, el aprendizaje puede ser reforzado produciendo estímulos de diferente índole, con el fin de integrar las funciones cerebrales. Por ejemplo, podemos estimular los lóbulos occipitales por medio de elementos visuales, los lóbulos parietales por medio de elementos táctiles y espaciales, los lóbulos temporales por medio de palabras y sonidos, y los lóbulos frontales por medio de movimientos, emociones, y ejercicios de planificación o toma de decisiones.

Creo que es importante (por lo menos para mí) aprender a diseñar currículos cerebralmente estimulantes. Las asociaciones multisensoriales y multimodales pueden ayudarnos a procesar información más activamente, fomentando conexiones neuronales de diferente índole. 

Ejercicio: pensar actividades que asocien e integren lo sensorial (visual, auditivo, táctil, olfativo, y gustativo), lo motriz y espacial, lo introspectivo, lo cognitivo, y lo emocional. 


Bibliografía:

Sousa, D. (2017). How the brain learns. Thousand Oaks, CA: CORWIN.