En Éxodo 31:17, vemos que YHWH en seis días hizo los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó. El texto hebreo indica que Dios, no sólo cesó de trabajar (Shabbat) sino que se animó o refrescó (naphash). Dios mismo es alentado, su propio ser es animado o refrescado a través del cese al trabajo creativo. 

Es difícil imaginar a Dios en necesidad de refrigerio o reposo. Entendiendo que Shabbat significa cesar de ejecutar una labor, podemos fácilmente entender que Dios se detuvo y que esa acción fue valiosa. ¿Pero por qué necesita refresco para su ser o para su alma? 

Es importante recordar que el soplo de Dios dio aliento de vida a los seres humanos, constituyéndolos “nephesh” vivientes. Dios comparte su aliento y crea “seres vivientes”, es decir, criaturas que respiran. Su vida es producto del soplo de Dios. El vocablo “respirar” (del Latín spirare acompañado del prefijo de reiteración) es útil para comunicar lo que la biblia hebrea sugiere al indicar que Dios reposó. Quiere decir que Dios respiró, tomó aliento, se re-animó. Quizás el texto en Éxodo 31 utiliza una figura antropomórfica para ilustrar la importancia del reposo para el pueblo de Dios. El día de reposo no sólo sirve para detenerse sino que conecta al pueblo con la realidad creadora y sustentadora del ser viviente. Así como el aliento de Dios convierte lo que no era ser en un “nephesh viviente”, de igual forma el soplo de Dios convierte al que no era pueblo en su pueblo viviente. Guardar el día de reposo es valorar la vida y honrar a aquel que la otorga. El día de reposo es un tiempo y espacio para re-aspirar o re-inhalar el soplo del YO-SOY que nos hace ser.