Se rió, pues Sara.
¿Por qué se ha reído Sara?
No me reí.
Dios me ha hecho reir.
(Génesis 18:12, 13, 15, y 21:6)
La risa inicial de Sara es la risa ante lo imposible. Es una reacción corporal que cuestiona la validez de palabras enunciadas; palabras que contradicen lo que aparentemente es real. Es una forma de descalificar lo dicho, por medio de una reacción espasmódica. Es una respuesta inconsciente que revela la verdadera consciencia. Aquello que es “imposible” equivale a lo risible. Esta risa, como negación, se aferra a la realidad existencial y biológica.
— “No se puede.”
— “No ahora.”
— “Ha pasado demasiado tiempo.”
— “No es algo para mí.”
La risa de Sara es una muestra de desconfianza. Hay palabras que, debido a las circunstancias en las que son pronunciadas, no pueden tomarse en serio. Sara pretende que no se está riendo; se esconde por un segundo. Ella también niega algo. Niega la posibilidad. Es decir, su risa afirma una realidad que no concibe ninguna otra alternativa. No hay lugar para la imposibilidad.
La segunda risa de Sara es diferente. Ahora abraza a su bebé. Sara recibe la promesa. Todo parece ser un chiste. Ella vuelve a reír. Otros también se ríen, no con la risa inicial, la de la negación, sino con risa de asombro.
¡Qué chistoso!
Ocurrió una transgresión a los límites de lo pre-establecido; se cruza el umbral de lo imposible hacia lo posible. Arrullar a Isaac es como escuchar las carcajadas de Dios.
Dios se ríe.
Dios causa risa.
Dios cambia la risa de negación por risa de posibilidad.
La promesa de Dios es chistosa… causa gracia… genera risa. Y esa risa abre el camino a nuestra salvación.