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Imagen & Semejanza

Published: Thu 11 December 2025
By Luigi Peñaranda

In Reflexiones.

tags: imagen semejanza producción reproducción

Hagamos a la humanidad [’ādām - אָדָם] a nuestra imagen [tselem - צֶ֫לֶם], conforme a nuestra semejanza [děmût - דְּמוּת]; y señoree [rādâ - רדה]…

¿Qué significa ser hecho a imagen y conforme a la semejanza de Dios?

En general, esta pregunta se ha tratado de responder desde una perspectiva esencialista, procurando entender ‘la esencia’ o las características que posee el ser humano como creación de Dios. Aquellos que se entienden a sí mismos como creación de Dios, usan este texto para explorar ‘la naturaleza’ de la humanidad. Pero el texto es misterioso, por lo menos en la medida en que no se presta para responder esa pregunta de la manera como nos gusta formularla. El texto no se amolda a nuestras filosofías ontológicas sobre la existencia, el ser, y la naturaleza; no se deja acomodar a los criterios de la epistemología filosófica moderna. Nuestra búsqueda contemporánea por tener más luz sobre el significado y el conocimiento del “ser” queda opacada y oscurecida cuando se considera que Elohim, el Dios creador de los hebreos, que es invisible e irrepresentable, en este texto explícitamente comparte su imagen y su semejanza.

Detrás de lo que significa ser imagen y semejanza está el acto creativo. Dios “crea” [bara’ - ברא]. La creación que se distingue como “el Adán” o la humanidad, es una creación con capacidad de producción de vida, no sólo en sentido de reproducirse como especie (multiplicarse y habitar), sino también en la obligación de sostener o cultivar la vida de la creación y las criaturas. Producción y reproducción de vida. Cuidado, no sólo de la vida misma, sino de las condiciones que permiten la reproducción de vida. Esto se observa tanto en el relato de Génesis 1 como en el relato de Génesis 5.

En particular, vale la pena observar el verso 3 de Génesis 5:

“Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set.”

Las genealogías [toledoth - תּוֹלֵדוֹת] en Génesis son centrales para mostrar esta relación de vida, tanto en la reproducción generacional, como en la lucha por mantener las condiciones que sustentan la vida. Las genealogías no solo presentan listas de hijos e hijas, sino que exponen la lucha por mantener las condiciones de vida de las familias por medio de una relación con la tierra.

Esta relación con la tierra se debe explorar más a fondo en otro momento, pero por ahora, es importante notar que la imagen y semejanza de la humanidad, con respecto a Dios, es una potenciación de la vida: una producción y reproducción; una pro-creación y re-creación. Adán tuvo un hijo, Set, a su semejanza e imagen. Set, como se puede ver en Génesis 4:26, se convierte en el progenitor de una generación que empieza a invocar o llamar el nombre de YHWH.

Aun la historia del diluvio (Génesis 6 - 9), que parece ser un acto anti-creativo que al comienzo elimina la vida y las condiciones de vida, culmina con la preservación de vida, no sólo de Noé y su familia, sino de las criaturas que los acompañaban. La bendición de Dios vuelve a hacer eco de la bendición inicial: producción y reproducción; re-creación y pro-creación. No sólo se trata de multiplicar la vida humana sino de proteger las condiciones de vida de la creación teniendo relación con la tierra [‘erets- אֶ֫רֶץ].

Vale la pena señalar aquí que, aunque el diluvio trajo pérdida de vida, la narrativa contiene una prohibición importante: no comer carne con sangre, símbolo de consumir la vida. Dios requiere que no se ‘consuma’ la vida del otro, por medio del simbolismo de no comer carne con sangre (Génesis 9:4-5). La bendición de producción y reproducción sirve de introducción y conclusión a esta pequeña, pero importante, prohibición (ver v. 1 y v. 7). Dios mismo hace un pacto, un compromiso de no procurar la pérdida de vida por medio de un diluvio. Dicho pacto es entre Dios y los seres ‘vivientes’, no sólo entre Dios y la humanidad.

No quiere esto decir que Noé no sacrificó animales, de hecho lo hizo en Génesis 8:20 y a Dios le agradó (v. 21.) Es algo extraño. El dilema en la narrativa no es evitar la muerte o dejar que todos los animales vivan. Al contrario, la creación se presenta como fuente de consumo (Génesis 8:21 - 9:3), pero se prohibe la acción simbólica de consumir la “vida” de las criaturas. En un sentido, lo sagrado no es la vida en sí, sino la forma como se trata esa vida. Lo sagrado no es el objeto, sino la relación. El que se relaciona con otro para consumir su vida (sangre), no sólo ha perdido el respeto por la vida del otro, sino que ha cedido el derecho (aunque no me gusta usar esta palabra en este contexto) de su propia vida. “Demandaré la sangre de su vida… de la mano del hombre-hermano [אִ֣ישׁ אָחִ֔יו] demandaré la vida [nephesh] de Adán (la persona o el humano)” (Génesis 9:5).

Esto es algo muy profundo. La manera como los humanos se relacionan con la vida, es más sagrado para Dios que la vida en sí, como abstracción. Derramar sangre, como símbolo de consumir la vida de otra criatura y como acto de menosprecio y desvalorización de la vida del otro, es en sí el desprecio y la desvalorización de su propia vida. En el relato, para Dios no es problema si se consume un animal, sino cómo se relaciona la humanidad con ‘la vida’ del animal. Consumir como acto de reproducción y dignificación de vida, no es lo mismo que consumir como acto de desprecio a la vida. El rito de cómo se trata la sangre en las escrituras es una señal de cómo se trata la vida.

Esto es muy serio y muy profundo. Notemos además cómo termina este texto: “El que derramare sangre de Adán (humano o persona), por el Adán (humano o persona) su sangre será derramada; porque a imagen de Dios (Elohim) fue hecho el Adán (humano o persona)” (Génesis 9:6).

La imagen de Elohim está en juego cuando las personas “consumen” o "derraman" la vida (la sangre) de otra criatura (sea humana o no). Una vez más, lo sagrado aquí es “la relación” con la vida, no la vida como objeto. El que se desvía de la relación correcta con la vida de las criaturas, pierde la legitimidad y el privilegio de vivir su propia vida.

Esta interpretación, aunque compleja, ayuda a establecer la tesis inicial. Ser imagen y semejanza de Dios tiene que ver con la responsabilidad de relacionarse con la vida de tal manera que se produzcan y reproduzcan las condiciones de vida iniciadas por el creador. Cuando las personas dejan de dignificar la vida que alienta la creación, entonces repiten la historia de Caín y Abel. La ofrenda que dio Abel fue sacrificio de vida, pero con un entendimiento y dignidad por la vida. En cambio, la ofrenda de Caín, que señala la relación entre la labranza (reproducción de vida) y la adoración, carecía de algo; un algo por lo cual Caín no halló el favor de Dios. Así, el derramamiento de la sangre de su hermano, Abel, fue un atentado a la vida, por no saber cómo relacionarse con Dios por medio de una correcta relación con la vida del otro, incluyendo a su hermano y a la creación.

A Dios le importa cómo nos relacionamos con la vida. Cómo ofrecemos ofrenda es más importante que el objeto mismo de la ofrenda. Cómo damos es más importante que qué damos. Es interesante notar que aun después de que Caín "derramó" la sangre (la vida) de Abel, Dios mismo protegió la vida de Caín. No es que Dios no fuera a permitir que Caín muriera algún día, sino que Dios seguía comprometido con proteger las condiciones de vida, aun de la vida de Caín. Nuestra relación con la vida y con el cuidado de condiciones de vida del 'otro' y de la creación es una forma de reflejar la imagen y semejanza de Dios. Desgraciadamente, la ideología del 'progreso' moderno reproduce una humanidad a la imagen y semejanza de Caín.